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De Carlos II, Laura Pausini y Kate Moss

No parecen tener nada que ver y, sin embargo, fueron/son, posiblemente, tres de los referentes del chaleco en la historia de la moda. Bueno, con permiso de Yves Saint Laurent, Marlene Dietrich, Al Pacino y otros tantos menos divertidos para este post.



El chaleco que es sello de Diane Keaton, o más bien de Annie Hall, ya lo vestían todos en el siglo XII; más largo, más rudo y más feo, pero lo llevaban, para abrigarse y para protegerse. Siglos después, Carlos II, rey de Gran Bretaña en el XVII, lo sofisticó y lo metió en la corte. ¿Por qué este salto temporal? Porque fue con este rey con quien se convirtió en "tendencia"; su majestad tenía un gran sentido de la moda (de entonces) y apostó por lo que hoy llamamos "moda consciente". El conocido como alegre monarca incorporó el chaleco, conformando un traje tres piezas, para impulsar la industria de la lana inglesa y hacer que los nobles vistieran moda local, en lugar de importarla desde Francia. Una prenda de cercanía, que impulsaba la industria del país y a sus artesanos y que, además, sentaba fenomenal. Un monarca sostenible con sentido de la estética que consiguió llenar la corte de chalecos.



Siglos de historia con el chaleco presente. Reyes, dandies, mujeres atrapadas en él (el corpiño era una variante del chaleco) y, de repente, Laura Pausini. Quizá no tan de repente, pero sí, de repente Laura Pausini, en los años 90 desafiando los escasos metros de tela que cubrían el cuerpo de las mujeres que salían en televisión. Ella no quería esa imagen y sentó cátedra con su primer disco, llamado como ella, en el que aparecía con camisa blanca y chaleco. Ni escote, ni lycra, ni peinados enrevesados con mechones colgando, ni cueros, ni nada que le sacara de lo que era: cantautora. O, más bien, cantautor, porque la imagen de este disco podría ser la de cualquier cantautor masculino respetado que todos conocemos. Eligió un look básico, blanco y negro, pero le puso el toque, ese chaleco de estilo romántico que, en realidad, decía "esto es quien quiero ser".




Hasta el inicio del milenio, el chaleco vivió solo en esa portada. Pero entonces, surgió otro icono: Kate Moss. Cogió el chaleco sastre, el más entallado, el que se lleva como parte de un traje tres piezas, y se lo plantó sobre camisetas roqueras, abierto sobre camisetas interiores o sobre camisas y con pañuelo como hacía Bob Dylan. Ella dijo bien alto que el chaleco, como casi cualquier prenda, puedes descontextualizarlo para meterlo en tu propio contexto. Y fue con la vuelta de Kate Moss a la vida (casi literalmente) y sus salidas siempre con chaleco cuando empezamos a verlo por todas partes: en el cuerpo de Sarah Jessica Parker (que en ese momento estaba en el punto de mira con la primera película de Sex and The City, donde aparece con chaleco blanco), en el de Victoria Beckham, más sobrio, y en el de mil actrices y modelos de pasarela. El chaleco volvía para quedarse.


¿Y por qué os cuento todo esto? Porque estas tres historias, separadas por muchos años, cuentan algo de VEST. Los chalecos VEST quieren salir a la calle sin complejos, como tú quieras, a una boda o a la compra, a un festival, al trabajo, quieren salir desacomplejados y sin normas, como Kate. Quieren dar personalidad a tu look; un chaleco VEST tiene muy pocos hermanos gemelos, muy, muy pocos, así que tienes algo casi único que da carácter a tu look, como al de Laura. Y, como el alegre monarca, VEST quiere impulsar el producto local y a los artesanos que lo hacen posible y, de paso, crear toda una corte de mujeres vestidas de VEST, a su gusto, eso sí.



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